Disfrutando del vendaval

Estaba aburrido en mi cama, mirando el blanco techo de mi habitación, pensando en una manera de pasar el rato a las once de la noche, más o menos. Me resultaba bastante difícil conciliar el sueño, posiblemente por tener que dormir en una habitación que no era a la que estaba acostumbrado. El aire hacía que las ventanas se golpeasen, como invitándome a salir al exterior.

Me levanté de un salto, pero me desplace con silenciosos movimientos, para no despertar a nadie mientras ascendía varios pisos hasta que llegué a la azotea de la academia. Nada más abrir la puerta, pude sentir el aire removiendo mi pelo e impactando en mi cara con fuerza. El sonido era ensordecedor, pero ya estaba acostumbrado por volar a menudo. Era una sensación de tranquilidad absoluta. Abrí los brazos en cruz, di un par de vueltas en círculos y reí.

Me acerqué al borde de la azotea, mirando al suelo con cierto regocijo. Podría tirarme, extender las alas y volar un poco. Nadie tenía por qué enterarse y al menos, me divertiría y relajaría un poco. Sin embargo, la puerta volvió a sonar detrás de mí y me giré con brusquedad para ver quién era.

¡Ey!

Exclamé mientras hacia gestos con los brazos para evitar caer al suelo.

Eran apenas más de las once...un terrible sueño me embargaba, los recuerdos del hospital, los médicos rodeándome y agarrándome las manos, las inyecciones, los sueros...el cristal, la sangre... por lo que desperté con lágrimas en los ojos, sobresaltada, respirando con dificultad. Decidí que necesitaba tomar el aire, sentirme libre...solo recordaba un lugar en el que el aire podía sentirse con libertad, la zotea. Salí de mi cuarto sin ningún otro abrigo que no fuese mi camisón de tirantes blanco, y caminé de puntillas para no despertar a mi compañera.Lo que me sorprendió al mirar una de las cristaleras de los pasillos fue no ver mi reflejo, asustada subí las escaleras corriendo, respirando agitadamente y al abrir la puerta de la azotea tropecé con mis propios pies, lo que me hizo caer al suelo, chocando mi espalda contra la pared. Aún en el suelo me lamenté.
-Ay...-dije y como por arte de magia mis piernas parecieron reaparecer, me sorprendí,¿por qué habría ocurrido aquello?,¿se trataba de una nueva habilidad?. Fue cuando levanté la vista que noté la presencia de otro joven.

La impresión de ver solamente a dos piernas sin dueño en medio de la azotea me dejó en estado de shock. Luego me acerqué.

¿Hola?

Seguí lamentándome, al intentar recostar la espalda sobre la pared me di un cabezazo,lo cual hizo que mi cuerpo entero se hiciese visible de nuevo por suerte.
-Ay, maldita sea...-miré al frente para ver a un joven que me saludaba.-Hola.-sonreí.

Vaya, que raro. Nunca había visto a la mujer invisible.

Dije riéndome y sentándome a su lado.

¿Estás bien?

Me reí.
-Bien bien no, porque yo tampoco había visto nunca a la mujer invisible, pero acabo de dejar de verme hace un minuto y a volver a verme ahora mismo, lo cual es extraño porque se supone que esa no es mi habilidad, lo cual me asusta mucho porque ahora yo soy la que es invisible.-dije atropelladamente para luego respirar.-Gracias por preguntar, ¿tú como estas?, siento haberte asustado, no era para nada mi intención...

-Lo siento.-sonreí.-No sé ni como paso...venía hacia aquí para tranquilizarme un poco y cuando me di cuenta ya no podía verme. ¿Y tú que haces aquí a estas horas?