Aire... ¿libre?

Aburrida de todos mis deberes como dirigente de la academia, decidí dar un paseo tranquilamente por las instalaciones, como tiempo atrás solía hacer. Llevaba un jersey blanco de cuello cisne y de mangas largas y amplias, unos vaqueros ajustados y unas botas de tacón marrones. Mi cabello casi llegaba a mis hombros y había perdido ya el oscuro color negro del que lo había teñido tiempo atrás.

Hacía un poco de frío y estaba ligeramente nublado. Miré hacia el cielo. Tenía la esperanza de que nevase. Una sonrisa curvó mi boca. Aparté un mechón dorado de mi cara y suspiré, haciendo que una voluta de vaho saliese de mis labios y ascendiese lentamente hasta desaparecer.

Me senté en uno de los bancos que bordeaban el jardín de la academia. Actualmente estaba algo descuidado y el invierno había hecho mella en las plantas. Esperaba que un poco más adelante pudiese plantar algo que creciese decorando el jardín.

Crucé las piernas. Una suave y gélida brisa recorrió el lugar. No pude reprimir estremecerme, pero me quedé allí, quizá esperando a alguien o quizá simplemente, dedicandome a escuchar a mis propios recuerdos.

Despues de poner al día algunas cosas, decidi seguir recorriendo la gigantesca academia saliendo al jardin, no hacia un tiempo demasiado expledindo, pero el frio viento no me incomodaba, me agradaba.
Lentamente recorri el jardin observando las diversas plantas que sobresalian del terreno, algunas descuidadas, otras menos, epro todas igual de hermosas. Mientras avanzaba observe una silueta de una mujer, me acerque un poco mas observando a esa mujer sentada en un banco.
- Hola... -dije situandome a su lado, aunque aun de espaldas-.

A penas levanté la vista de las flores cuando sentí los pasos de alguien que se acercaba a donde yo estaba. Escuché una suave voz saludándome. Sonreí y me obligué a apartar la vista de una solitaria rosa blanca. Devolví el saludo con cordialidad.

-Hola. Ah, usted debe de ser mi Jefa de Estudios. Todavía no nos hemos presentado. La señorita McGregor, ¿cierto?-lo bueno de tener el acceso a todos los documentos de la academia y el hecho de poseer una memoria privelegiada me permitía conocer a todos los habitantes de la inmensa mansión-Siéntese conmigo, por favor-di unas palmadas al lado de mi, sobre el banco.

La mujer se dio al vuelta y me hablo por lo que em dijo supuse que era al directora, me sente con ella.
- Si, esa soy yo, digame Elizabeth, señorita McGregor suena muy... formal -le sonrei a la mujer, no debia ser mucho mas mayor que yo - ¿Usted es Melinda Hope, no? Su academia es increible, me encantan las instalaciones.
Mire al conjunto de flores que se hallaban enfrente de nosotras, habia mucha variedad, y mis preferidas las rosas.

-Me alegro de que te guste el lugar-dije, mientras ella se sentaba a mi lado-. Llamame Melinda, a mi tampoco me gustan demasiado las formalidades.

Pensé que la mansión se estaba llenando rápido y me alegré de que a la mayoría de la gente le gustase la academia en la que tanto había trabajado después de que el pobre Charles tuviese que dejarlo. A pesar de todo el trabajo que me suponía, ver a mis alumnos contentos, protegidos del mundo exterior que los amenazaba constantemente, era una satisfacción. En ese momento supe por qué el profesor había dedicado su vida a la academia.

-Parece que va a nevar ¿Tú qué crees?

Sonrei a la mujer, en verdad este sitio estaba genial, por ahora tenia al mejor impresion de ella y sus inquilinos, mire al cielo tras lsu pregunta.
- Seria genial que nevase, me encanta la nieve -sonrei y segui mirando para las nubes que estaban sobre neustras cabezas

Me quedé mirando a Elizabeth a los ojos durante un momento. Recordé todo lo que había leído en su expediente.

-Tú... ¿podrías hacer que nieve?-pregunté con curiosidad.

La mire despues de esa pregunmta y sonrei, no em resultaba raro que supiera eso, era la directora, deberia haber leido algo sobre mi.
- Claro que puedo...
Estire la palma de la mano un poco y me concentre, queira que nevara no que lloviera u otra cosa ams desastroza; al poco tiempo uns minusculos copos de nieve emepzaron a caer, inundando poco a poco nuestro alrededor.
- A veces, de pequeña hacia estas cosas solo por no ir al colegio y no enfrentarme a mis compañeros -rei mientras estiraba mi mano para coger los copos de nieve que se desacian al tocar tierra.

-Es precioso-susurré mientras veía como la nieve caía con lentitud desde el grisáceo cielo-. Mira esto.

Moví la mano derecha con un movimiento seco y la nieve comenzó a arremolinarse en un mismo sitio, hasta que fue tomando forma. Tras unos pocos minutos juntando nieve, un bonito muñeco sonriente había aparecido en medio del jardín.

Mire hacia un lugar donde ella estaba juntando un grupo de copos formando un muñeco de nieve, precioso, aunque le faltaban sus objetos caracteristicos.
- Esta genial, le faltan detalles, pero esta perfecto -me rei recordando todos aquellos muñecos que solia hacer, y que decoraba con muchisimas cosas.

-Esto es increíble-dije, ensimismada, mirando como los pequeños copos de nieve caían-.

Me levanté arranqué una florecilla del suelo y la coloqué sobre la cabeza del muñeco de nieve recién hecho.

Me rei de la accion realizada por Melinda, el muñeco estaba muy gracioso y em acerque a ella.
- Aun le falta algo ¿no crees? -pregunte mirando al muñeco y pensando-.

-La nariz, por supuesto-reí, divertida-. Pero no tengo zanahorias a mano, así que tendremos que buscar otra cosa.

Asenti con al cabeza, y mire alrededor buscando algo que nos pudiera servir. Entre las flores vi una rama algo gruesa y pequeñita, la cogi y la observe, no era una zanahoria, pero serviria.
- Bueno, aver si asi funciona -coloque la rama con cuidado en el centro de la cara del hombre de neive- No esta tan mal... ¿qué te parece?

-Es, sin duda alguna, el muñeco de nieve más raro que he visto en mi vida-solté una sonora carcajada. Volví a sentarme, mirando al inmenso cielo gris que se cernía sobre nosotras.

Me rei, ella llevaba toda la razón , era un muñeco de nieve extrañisimo, me sente de nuevo junto a ella.
- Bueno... no estabamos muy equipadas para hacer un muñeco perfecto -rei y mire al cielo gris, seguian cayendo finos copos de nieve, pero no demasiados.

-Cierto. Aún así, nos ha quedado bastante bien-comenté, sonriendo con suficiencia.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo sin que pudiese evitarlo.

-¿Podrías hacer que pare de nevar? Por favor.

La mire, la verdad es que estaba un poco frio debido a la nieve.
- Claro, es un momento -en un leve movimiento hice que parara de nevar, aunque el cielo gris de nuestras cabezas, nos seguia amenazando con nieve o lluvia, esta vez no provocadas por mi-.

Tras caminar por varios pasillos de la academia sin saber a dónde ir, encontré una puerta que daba al jardín, "por fin aire libre..." pensé. Abrí dicha puerta y pasé a los jardines, allí se encontraban la directora Melinda y la que conseguí indentificar gracias a un rápido examen mental de la directora como la... jefa de estudios.

Parecían estar charlando, y no querría interrumpir, por lo que me quedé apoyado en el marco de la puerta, observándolas.

La nieve cesó con el gesto de Elizabeth. Le agradrecí haberlo hecho. No tenía intención de irme, pero me volví a levantar y di una vuelta alrededor del banco. Vi a Edward apoyado contra el marco de la puerta, como esperando. Sonreí.

<<¿No vienes?>>

Mi compañia se levanto y dio una vuelta alrededor del banco yo la segui con la mirada y pude observar que miro hacia la puerta y sonrio, yo gire la cabeza para mirara lo mismo que ella y pude ver a un hombre en el marco de la puerta mirandonos.

Tras observar que ambas me habían descubierto, me encogí de hombros y caminé hacia ellas lentamente. -Buenas tardes, Melinda. -Saludé a la directora mirandola a los ojos y luego desvié la mirada hacia la otra joven mujer que se encontraba sentada en el banco.

-Hola, me llamo Edward. Soy el profesor de Filosofía. -Le tendí mano para que ella me la estrechara.

El hombre se acecro y saludo a Melinda y luego a mí.
- Un gusto, yo soy Elizabeth la jefa de estudios -le estreche la mano sonriendo amablemente-.

-Encantado. Espero no molestar. -Les dije a ambas después de habernos presentado y saludado. Me preguntaba cuál era el poder de aquella mujer tan joven, aunque por culpa del mareo, mi poder telepático se encontraba difuso y bastante borroso, dificultandome el poder utilizarlo.

Me senté a un lado de Elisabeth, quedando mi mirada fija en el paisaje.

- Tranquilo, no haciamos nada en especial ahora mismo -dije amablemente-.
Edward se sento a mi lado mientras Melinda seguia de pie, yo la observe parecia relajada, luego me fije en Edward miraba tranquilo al frente; el cielo aun estaba grisaceo, pero se estaba bien aqui; sin duda esta academia era excelente.