Un paseo por la academia.

Cuando llegamos al lugar, abrí la puerta que daba al patio, donde se encontraban los jardines y dejé pasar primero a Alice. -¿Nos sentamos en un banco? -Le pregunté señalando uno que estaba estratégicamente rodeado de hermosas flores de todo tipo y colorido.

- Sí, claro, por mí encantada... La verdad es que tantas cosas nuevas a la vez me.. abruman...- Pase junto a el con cuidado de no rozarle. No me gustaba tocar a la gente. Dejé mis cosas en el suelo, junto al banco, y luego me senté algo enervada en él.

Entonces me senté a su lado, después de ella. -Bueno, yo soy telépata, ¿cuál es tu talento? -Le pregunté mientras observaba el resplandor del rosal que sobresalía entre todas las demás flores.

- No lo se. Si soy sincera, hasta hace unas pocas horas yo creía que.., creía que... .- me sonrojé por completo.- Que era un hada.

La miré a los ojos, con cierta tranquilidad. -No debes sentir vergüenza por ello. Cuando yo descubrí mi habilidad, pensé que me estaba volviendo loco, no hacía más que escuchar pensamientos que no eran los míos, gritos, secretos, confesiones, preocupaciones y demás emociones que daban vueltas por mi cabeza continuamente. Y, ¿en qué consiste ese poder tuyo? -Insistí.

- Te lo mostraré.
Saqué con velocidad mi cuaderno en blanco y algunos lapices de colores. ¿Qué dibujar? No estaba muy segura, así que tire a lo facil. Unos cuantos trazos sencillos, unos toques de color. El gato negro me miraba desde el papel con sus grandes ojos amarillos. Y fue tan solo cuestion de desearlo para que acabara ronroneando en brazos de Edward.

El asombro pudo conmigo, esa habilidad era enormemente extraordinaria, no sabía exactamente cuál era el límite de su poder, pero pensé en ello y me hice una idea. -Esto es fantástico Alice, ¿sabes lo que conseguirías llegar a hacer con tu poder? -La pregunta era retórica. Esperaba que ella entendiese la cuestión, y se quedó en silencio, acariciando el pelaje del gato del color de la noche.

- Me hago una idea....- murmuré con suavidad.- Pero en realidad, nunca he tratado de comprobarlo. Siempre prefería apartarme lo mas posible de cualquier cosa que estuviera relacionado con... esto.

-Pues ahora tienes total libertad para usar tu poder, siempre y cuando lo utilices de manera responsable y adecuada. -Comenté sonriendo, mientras continuaba acariciando al oscuro gato.

Contemplé impasible como el gato desaparecía en las manos de mi futuro profesor, y luego clavé mis ojos azules en los suyos.
- A veces no estoy realmente segura de si me gusta esto. A veces no quiero ser diferente... ¿No tienes la sensación nunca de que has nacido para ser odiado? ¿De que para lo unico que sirves es para que alguien pueda quejarse de ti?

-Hace muchos años que ya no pienso así, pero claro que he llegado a pensarlo. Pero creeme, con el tiempo te daras cuenta de que no merece la pena torturarse a uno mismo porque el trabajo y disfrute de otros sea el de señalar y burlarse de los que son diferentes a ellos. El homo sapiens busca ridiculizar a los demás porque siente miedo de ese individuo o grupo en concreto, y así consigue que una gran mayoria les imite. -Las palabras salían de mi boca nada más pensarlas, una tras otra, casi sin hacer ninguna modificación a cerca de lo que albergaba mi mente. Tal vez hablase mi experiencia en vez de mi consciente. No lo sé, solo se que todo aquello le llegó tal cual a la chica que se encontraba sentada junto a mí. Y esperé a su respuesta, mirandola a los ojos, preguntandome aún cuál seria la razón de su compleja defensa mental.

- El saber el por qué no sirve para hacernos sentir mejor.- Subi las piernas al banco, buscando refugio en mi misma, como estaba acostumbrada a hacer.- DE todas formas, con el tiempo aprendí a replegarme en mi mundo... Pero hay algo que te preocupa, ¿no es así?

-¿Qué? No... Solo esque andaba pensando en mis cosas, nada más. Pero el hacerte sentir mejor debes buscarlo tú misma, eres tú la que debes buscar una razón por la que ignorar a todos aquellos que quieran hacerte daño; porque no hay reglas establecidas para hacer sentir mejor a alguien cuando un tercero es la causa de su sufrimiento. Cada persona es de una forma, y cada uno sabe lo que es mejor para sí mismo. Los de tu alrededor solo podemos ayudar en medida de lo que podamos. -Intenté volver al tema de antes, ¿acaso se dio cuenta que no puedo rebuscar en su mente? ¿Que posee alguna defensa psíquica nada normal en una chica de su edad?

- No trates de aleccionarme sobre como autoprotegerme. No pretendo ser maleducada... pero te aseguro que respecto a eso no hay nada que no sepa... Cuando creces sin estar segura de si la proxima vez que veas a tu madre sobrevivirás a ello, aprendes a salir adelante sea como sea.- Agaché la cabeza, pasando los brazos alrededor de las rodillas.- Pero no me gusta hablar de mi pasado... Prefiero ser Alyanna, princesa de las mariposas.

-Me alegro que lo hayas aprendido por tu cuenta. -Y no pude evitar que me fascinara. -Has debido de sufrir mucho. Eso ha creado en ti una gran coraza emocional. -Musité casi sin intención de que me escuchara, más bien pensando en alto.

- Tambien tiene sus inconvenientes... susurré. A pesar de que el no podía verme la cara desde esa perspectiva, me daba verguenza que pudiera adivinar que le estaba mirando de reojo. No sabía que pensaría cuando leyera en mi mente que me... gustaba... su apariencia fisica.- ¿Pero eso ya lo sabes, no?

-Sí, pero no dudo en que una chica tan valiente y decidida como tú pueda superar la parte mala de todo esto. -¿Cuántos enigmas e interrogantes guardaba la chica que se encontraba frente a mí? Por "desgracia" para mi, aquella chica era como un baúl lleno de misterios, del cual por ahora no conocía el paradero de la llave que podía abrirlo para contemplar sus tesoros.

Me sentí enrojecer entre mis brazos. Dios, ¿por que tenía que sentirme como una adolescente estupida y atolondrada a su lado?
- Me alegra que pienses así de mí...- comencé a juguetear con machones de mi pelo, nerviosa.

-¿Sabes? No deberias de estar tan nerviosa, por alguna razón que desconozco, mi telepatía falla contigo. Y tenía pensado no decirtelo hasta que encontrase una explicación razonable, pero no quiero que pienses que estoy urgando en tu cabeza cada vez que piensas, aunque quisiera, no podría. -Terminé con una sonrisa tranquilizadora, habría bajado la mirada por un momento, pero la alcé en cuanto me di cuenta, para seguir observando la conducta de aquella chica.

- Yo, esto... lo siento...-¿No podía leer en mi mente? Solté un suspiro de alivio, y luego enrojecí al darme cuente lo evidente que era. "Vamos, compórtate, Alice...." me dije. Yo siempre estaba segura de mí misma.- De cualquier forma, no tengo nada que ocultar.- Mentí.

-Está bien. -Hice una pausa para pensar, y recordé que había quedado con Melinda en su despacho. -Bueno, ¿quieres que te deje a solas un rato? -Le pregunté, desviando mi mirada para dirigirla a cualquier lugar.

Tenía que inventar una excusa rápida para que no se fuera. Por alguna razón que no conocía aún, se me hacía insoportable la idea de que se marchara tan pronto.
- Para ser sincera, creo que si me quedara sola, luego no sabría como volver... ni a donde ir. Conozco solo dos lugares de toda esta mansión...

-De acuerdo. Haré de tu guía durante un par de días hasta que te adaptes a la academia. -Le dediqué una sonrisa cuando volví mi mirada hacia ella de nuevo. Un pensamiento pasó rozando por mi cabeza. Tal vez... -Alice, la base de tu poder, es tu imaginación, ¿verdad? -No me hizo falta su confirmación, mi pregunta casi era una afirmación. -Puede que tu inmensa imaginación sea el factor de tu defensa mental contra mi telepatía. Es como una especie de segunda fuerza de voluntad. Aunque solo es una teoría... -Mantuve una postura pensativa, acariciandome el mentón con los dedos de la mano derecha.

- ¿Con eso quieres decir que si yo dejo de imaginar durante unos segundos, podrias entrar en mi mente como con los demas?- tragué saliva.- ¿Quieres probar?

-No estoy totalmente seguro que tu defensa mental sea algo que se puede activar y desactivar pulsando o no un botón. Pero prefiero no probar por ahora, en caso de que no pudieses desactivar tu escudo, podría hacerte daño. -Le comenté con seriedad. Me preocupaba la idea de qué podría causar un intento forzado de penetrar en la mente de alguien tan joven.