Mañana en el centro comercial

Michelle había decidido ir a aquella academia para gente "especial" de la que había oído hablar, pero antes hizo una pequeña parada en Nueva York. No había salido mucho de California y le gustaba mucho ver cosas nuevas y hacer turismo. Caminó tranquilamente por la ciudad durante un par de días y logró alojamiento en un hotel gracias al dinero que sus padres le habían dado.

Aquel Miércoles en concreto le apetecía ir a dar una vuelta por el centro comercial. Quizá se comprase algo... después de todo, sus padres habían sido muy generosos con el dinero... aunque tampoco quería derrocharlo. Entró en el gran edificio y se dirigió a la columna en donde estaba el plano, para no perderse.

Esta mañana me habían dado el día libre en mi trabajo, y decidí ir a dar una vuelta al centro comercial, necesitaba alguna que otra corbata nueva. Entré en varias secciones de tiendas de ropa, y ahora me encontraba en una extensa tienda de la marca Burberry, ojeando la sección de corbatas y bufandas. Seleccionando las que me gustaban e indicandoselo a una dependienta. Mientras, echaba alguna que otra mirada fuera de la tienda para cerciorarme de que no me encontraría allí con cierta persona.

Cuando hubo ojeado el plano, se alejó de la columna, pasando una mano por su cabello rubio que resplandecía bajo la luz de un foco que apuntaba en esa dirección. Comenzó a caminar y a mirar escaparates al mismo tiempo. Había un montón de cosas que le gustaban, pero no podía permitirse gastar demasiado dinero sin antes encontrar la escuela de talentos, ya que el hotel era un gasto necesario y caro.

Cansada, se sentó en el bordillo de una fuente que a penas echaba agua, con las piernas cruzadas. En frente había una tienda de Burberry, pero no le dio demasiada importancia, sin embargo, quizá visitase un poco más tarde uno de los establecimientos colindantes que vendía golosinas.

Mitchie se miró las manos con pesadumbre, luego alzó la cabeza y suspiró profundamente. Después, solto un pequeño grito ahogado. No le importaba que la gente la mirase de manera rara, estaba más que acostumbrada, pero necesitaba desahogarse. ¿Por qué tenía ella que ser diferente al resto?

En uno de mis vistazos a fuera de la tienda a través del cristal pude contemplar una chica, de largos cabellos rubios, parecía que la gente la mirase de forma extraña por lo que me acerqué a ella. -Merci, cóbreme esas corbatas y ese par de bufandas, ahora vengo a por ellas. -La dependienta notó rápidamente mi acento francés en cuanto le hablé un poco. Entonces me dirigí hacia la chica que se hallaba sentada en el bordillo de la fuente. -Hola, ¿problemas de adaptación social? -Le pregunté con una ligera sonrisa divertida.

Un chico se acercó a Mitchie que seguía sentada ignorando la mayoría de las cosas que pasaban a su alrededor, algo que había empezado a hacer poco después de descubrir sus poderes. Lo que más le extrañó fue que aquel chico se dirigiese a ella de forma tan natural.

-Hola, ¿problemas de adaptación social?-Pudo notar algo extraño en su manera de hablar.

-¿Tan fácil de descubrir es?-Preguntó algo resginada-. Esto... Perdona. No quería que sonara tan borde-se disculpó ella rapidamente y sin saber que más decirle, se presentó-Me llamo Michelle.

-Encantado Michelle, yo soy Matthieu. -Me incliné para sentarme al lado de la joven, y me acerqué aún más a ella. -¿Tú también posees una habilidad? -Susurre a su oído, la gente pasaba pero sin fijarse demasiado en nosotros. Era lógico que ese distanciamiento racista de los Homo Sapiens solo podía significar una cosa, y como yo había pasado por lo mismo que ella, no me fue muy difícil acertar.

El joven se llamaba Matthieu. Se sentó al lado de Mitchie y se acercó un poco más a ella, para susurrarle algo al oído. La pregunta que le formuló en voz baja hizo que la muchacha se sobresaltase. Miró a Matthieu a los ojos intentando averiguar si le estaba gastando una broma, pero parecía sincero.

-Sí...-Seguía algo alterada, pero poco a poco esa sorpresa se convirtió en una tímida alegría- Sabía que no era la única, pero no me lo esperaba tan pronto. ¿Tú también haces estallar cosas?

Solté una suave carcajada ante la pregunta de la joven. -Querida, hay mucha gente en el mundo que posee poderes como tú y como yo, pero cada uno parece estar especializado en un poder determinado y diferente de los demás. ¿Estás sola aquí? -Era peligroso andar por Nueva York en solitario si eres un mutante, los linchamientos de las bandas antimutantes humanas pueden dejar secuelas varias, pensé mientras esperaba la respuesta de la chica.

-Comprendo-susurró ella, siendo esto más un pensamiento en voz alta que cualquier otra cosa-. La verdad es que sí... Me fui de casa hará un par de semanas. Pero estoy bien.-Añadió precipitadamente, ya que no le gustaba inspirar compasión en los demás, y tampoco le gustaba preocuparlos.

<<Además... siempre puedo usar eso y reventar algunas cosas>> Pensó, distraída.

Me sorprendí al escuchar cómo la chica le explicaba que se había ido de casa. -¿De casa? ¿Y qué pretendes hacer sola en New York? Te digo por experiencia que las bandas organizadas no sienten respeto alguno por los "bichos raros" y no te tratarán bien si te topas con ellos. ¿Seguro que estás bien? -Era increíble, pensé, cómo una joven que no aparentaba tener más de 20 años se enfrentaba tan decidida y firme contra los peligros que rondan la gran ciudad.

-Bueno, te acabas acostumbrando a estar sola. Y siempre puedo asustarlos un poco-añadió, decidida-. Si quieres, te lo enseño.

En realidad, aquellas palabras eran tan sólo una máscara. Una pared que no permitía que todas sus dudas y temores saliesen al exterior. Por algo eran solo suyos, ¿o no?

-Ah, y estoy buscando una escuela para hum... "jovenes talentos".

-¿Escuela para Jóvenes Talentos? Leí una vez algo sobre esa escuela, pero pensé que era un mito inventado por los humanos para culpavilizar de alguna forma a la comunidad mutante. -Susurré, comentando exactamente lo primero que se me vino a la cabeza. -Asique te has marchado de casa para ir a esta escuela especial para gente como nosotros, ¿eh? -Quedé pensativo, barajando posibilidades e intentando escoger la más adecuada.

-Por lo visto existe. Podría ser interesante ir. Pero ya me ocuparé de eso... otro día-dije sonriente-Uhm, me apetece un café-señalé a una cafetería cercana- ¿vienes? Te invito a algo.

Sonreí para confirmar la invitación. Merci, pero espérame aquí un momento, voy a por unas cosas. -Me apresuré hasta la tienda anterior para recoger lo encargado y pagué a la dependienta. Salí de la tienda cargando con una bolsa de la marca de la tienda y me acerqué a la joven. -Cuando quieras. -Respondió a la chica junto con una amable sonrisa.

Aquel Merci le abrió los ojos. ¿Cómo no había podido notarlo? Aquella manera rara de pronunciar era el acento francés de Matthieu. Cuando volvió, la chica no pudo evitar soltarlo antes de empezar a caminar.

-Francés, ¿eh? Ya notaba yo algo diferente.-Sonrió y ladeó la cara, susurró un <<vamos>> y se dirigió a la cafetería.

Abrió la puerta y sonaron unas campanillas. Se acercaron a una mesa y se sentaron allí.

-Creo que aquí estará bien-la camarera se acercó-. Un café solo y...

-Un capuchino, por favor. -Cuando la camarera se aleja hacia la barra, dirigí mi mirada hacia Michelle. -Lo sé, mi pronunciación inglesa es fatal. -Exageré de manera chistosa para romper el hielo. -Dime, ¿hace mucho que sabes lo de tu habilidad? -Le pregunté curioso, asegurandome de que nadie más nos escuchase.

No pudo evitar reír por el comentario de Matthieu. Luego echó cuentas, intentando recordar cuando había pasado algo extraño a su alrededor por primera vez.

-Creo que no hace mucho... Quizá cuando volvi de Venecia-Pensé en voz alta-. No. Fue un poco después. No hará mas de un año o año y medio. ¿Y tú?

-Pues la verdad no sé cuando se activó por primera vez mi poder, puesto que consiste en hacer realidad acciones o hechos cuya probabilidad de acción u ocurrencia seria de 1 entre un millón. Por lo que puede que muchos de los accidentes ocurridos cuando yo era pequeño fueran provocados por mi poder, aunque, la primera vez que yo me di cuenta de que el causante era yo, fue a los 15 años aproximadamente. -Recordaba la situación vivida en aquel entonces, pero prefería no comentarla por ahora. La camarera se acercó y dejó los cafés encima de la mesa. Comencé a remover la nata del capuchino con la cuchara.

La camarera dejó las tazas de café sobre la mesa. Se dedicó a mirar el contenido mientras pensaba en las palabras de su acompañante. Ella también había provocado muchos incidentes, y varias personas habían salido heridas, pero no era momento de ponerse a recordar malos momentos.

-Mi habilidad es extraña. Pasan cosas distintas... Unas veces los objetos estallan, otras veces simplemente se detienen en el aire...-Decidió no seguir enumerando-A veces es molesto. Sobre todo si tengo jaqueca.

Sonrió tranquilamente antes de tomar un poco de café.

-Eso es normal, creo. Al parecer los poderes van a menudo asociados a nuestros estados de ánimo. Según leí, en esa escuela que nombrastes antes, te enseñan a controlar tus poderes, y a usarlos de la manera adecuada. -Hice una pausa, y aproveché para dar un sorbo al capuchino.

-Esa es una de las cosas por las que estoy buscando la academia-Le dio vueltas a la taza, con la mirada fija en ella-. Pero ya he dicho que ese será el problema de mañana.

Le dedicó una sonrisa y le miró a los ojos. Era una conversación agradable, de esas que Mitchie no tenía desde que se había ido de casa.

-Si quieres, puedo llevarte yo, y asi aprovecho para echarle un vistazo a esa academia. -Le di un sorbo al capuchino.

-¿Pero tiene que ser hoy? Me lo estoy pasando bien-dijo, antes de dar otro sorbo de café-. Además, no sé dónde está.

-No, no tiene porque ser hoy, mira. -Comencé a rebuscar en el bolsillo de la camisa, del cual saqué una tarjetita. -Aquí tienes mi dirección y mi número de móvil. Para cuando quieras ir, me llamas o me vas a buscar a casa y yo te llevo si quieres. Del lugar no te preocupes, yo me encargaré de buscarlo por internet. -Di otro sorbo al capuchino después de ofrecerle la tarjeta.

((OFF: Perdón por la tardanza))

-Gracias-Cogió la tarjeta que Matthieu le tendía-. Supongo que te llamaré dentro de poco-sonrió.

Volvió a beber un poco de su café.