Buscando a Matthieu

Era de noche en Nueva York y Mitchie había llegado a un barrio donde se suponía que no debería estar. La gente de allí no era... muy agradable. Sin embargo, ella no conocía la ciudad y había acabado allí. Aceleró el paso cuando sintió que alguien la seguía, e, incluso llegó a correr. Su esfuerzo fue inutil. Varios hombres corpulentos se detuvieron delante de ella. Emitió un grito ahogado con sus manos cuando se dio cuenta de que no tenía escapatoria. Aterrorizada, alzó las manos para usar sus poderes, pero se detuvo ¿que pasaría si descubrían que ella no era normal? No quería imaginar que eso podía llegar a pasar.

Uno de los hombres se acercó diciendo piropos entre susurros. Ella dio un paso hacia atrás y el desconocido la cogió por los hombros y la empujó violentamente contra una pared, haciendo que gritara, más a causa del miedo que del dolor. Se retorció e intentó liberarse de las manos frías y sucias que atenazaban sus brazos, sin resultado. Aquel hombre, que olía a alcohol y suciedad se puso más violento y comenzó a insultarla mientras sus amigos observaban divertidos la escena.

Armándose de valor, Mitchie le dio un rodillazo con todas sus fuerzas en la entrepierna y se escabulló de sus manos. Uno de los que estaba mirando le propinó un puñetazo en la cara a la muchacha, que retrocedió asustada. En la boca tenía un sabor metálico que, dedujo, sería sangre. Soltó un nuevo quejido cuando algo frío le rozó el brazo izquierdo. Se apartó asustada y vio el reguero de sangre que una herida de cuchillo iba dejando sobre su jersey blanco.

El corazón le latía con tanta fuerza que le dolía el pecho y la sangre parecía como fuego corriendo por sus venas. Una solitaria lágrima recorrió su mejilla. Cerró los ojos y se concentró. Volvió a abrir los ojos. Nada había estallado, pero, ¿por qué no se movían sus agresores? Decidió que no era sensato quedarse a descubrirlo, así que se fue del lugar, dolorida y asustada.

Acabó en una calle de tantas de la ciudad, sentada en el suelo con la espalda apoyada en una pared de ladrillo. Estaba muy lejos de su hotel. No sabía que hacer. No podía ir al hospital, porque oficialmente, se había escapado de casa. La tarjeta de Matthieu se deslizó de su bolsillo y acabó en el suelo. Cuando la vio, le entraron ganas de llamarlo, pero era muy tarde. Sin embargo, era la única persona que conocía en la ciudad. Como estaba cerca de su piso, no pudo resistir ir a verle.

Tardó poco más de un cuarto de hora en llegar al edificio donde vivía el chico. Picó al timbre.

-S...Soy Mitchie... Michelle... Por favor abreme-Dijo entre sollozos. No quería llorar, pero el miedo y el dolor aún se alojaban en su cuerpo y hacían que se convulsionara, respirara entrecortadamente y emitiese el sonido tipico de cuando alguien llora-. Por favor...

Después de correr bastante, llegué fatigado a la calle donde se encontraba mi piso, y divisé a una chica en mi portal, parecía necesitar ayuda, por lo que corrí hacia ella.

-¿Michelle? ¿Qué te ha ocurrido? -Le pregunté al reconocerla. Observé su aspecto y me percaté de que estaba herida. -Oh, no... Déjame ver eso, no parece tener buena pinta. -Observé la herida parcialmente y no me lo pensé dos veces.

-Tranquila, ahora me contarás lo que te ha pasado. Primero tenemos que curar esa herida. -Nada más decir esto abrí la puerta del portal con la llave, la cogí en brazos y fui hacia el ascensor, pulsé la planta correspondiente con mi piso y al abrirse la puerta, me dirigí a paso ligero hacia mi puerta.
Saqué como pude las llaves, y de igual forma abrí la puerta de mi casa, cerrandola con el pie al entrar. Rápidamente llevé a la chica a mi habitación y la recosté sobre mi extensa cama. -Espera aquí un momento. -Le dije con un tono tranquilizador, y me fui directo al cajón donde guardaba el botiquín de primeros auxilios. Volví hacia ella con el botiquín en la mano y lo dejé sobre el suelo, abriendolo y sacando unas vendas, crome y algodón.

El chico llevó a Mitchie a su casa, donde la tumbó sobre la cama. La muchacha cerró los ojos mientras Matthieu hablaba, intentando tranquilizarla. Las heridas le dolían bastante, pero no dijo nada. Se sentía culpable de importunarlo a esas horas. Cuando él volvió, Mitchie se incorporó un poco y habló en voz baja, casi entre susurros.

-Lo siento... No quería molestarte...-comenzó a decir-Pero no podía ir al hospital porque soy... diferente...-una lágrima solitaria recorrió su cara.

Había pasado unos momentos muy duros, y recordar que era mutante y que estaba a muchos kilometros de su casa no la ayudaba mucho.

Escuché lo que Michelle me iba diciendo mientras le desinfectaba la herida del brazo, y una vez hecho, comencé a vendarlo. También tenía una herida en el labio, como si le hubieran dado un fuerte golpe en dicha zona. Asique cogí un poco de algodón y fui al servicio de la habitación a impregnarlo de un poco de agua. Al volver, lavé su herida con delicadeza. Al terminar, me quedé en frente suya, agachado mientras la miraba a sus asustadizos ojos, que aún estaban húmedos.

-Entiendo... -Contesté ante lo que la chica había dicho. Entonces desvié la mirada un momento para luego volver a mirarla. -Dime, ¿tienes alguna otra herida? -Le pregunté, ya que no sabía lo que le había ocurrido, pero tampoco quería insistir en el tema.

Esperó mientras le limpiaba las heridas y la curaba, algo inquieta. Estaba muy agradecida con el chico, que la había atendido incluso a esas horas de la noche.

-N-no... Sólo era eso-bajó la mirada, algo avergonzada-Muchas gracias.

Mitchie se agarró con fuerza el vaquero, luchando por contener las lágrimas. Se maldijo a sí misma mil veces por no poder expulsar ese miedo irracional que se había instalado en su interior tras el incidente. Se convulsionó levemente y luego se relajó, más calmada.

-Has sido muy atento. Gracias... de verdad.

-Solo hago lo que cualquiera en mi lugar hubiera hecho, no es nada. -Le dije a la chica y me giré hacia un reloj que había en la habitación para mirar la hora. Ya era tarde, asique la chica se debería quedar a descansar. -Bueno, tu no te preocupes por nada, ahora lo que debes hacer es descansar. Si necesitas algo de comer o beber, o tienes algo que contarme, dímelo. -Le comenté a la chica entonces, y me fui un momento hasta el salón, cogí una silla y la coloqué en frente de la cama de mi habitación, en la cual me senté.

-Mejor me quedo aquí, así no tendrás que andar forzando tu garganta para llamarme mientras yo estoy en la otra punta de la casa. -Acto seguido me crucé de brazos y me quedé mirandola, apollado en el respaldo de la silla. No hacía frío dentro de la casa, ya que al entrar se activó el aire acondicionado en varias habitaciones automáticamente. Aún así, la cama tenía varias sábanas.

Estaba realmente cómoda mientras reposaba sobre la cama del chico. Cuando Matthieu se sentó en una silla cerca de Mitchie, ella se abrazó las rodillas y comenzó a hablar con voz lenta, baja y entrecortada.

-No sé por qué acabé en ese barrio... Pero de pronto, unos hombres me rodearon y me golpearon. Todo pasó tan rápido...-un escalofrío la recorrió y se estremeció involuntariamente, a pesar de la temperatura agradable de la habitación-. Es irónico, ¿verdad? Lo que me excluye del resto del mundo, de mi familia, es lo que me ha salvado. Cuando tenía más miedo.... simplemente... todo se detuvo.

"Ahora entiendo su estado anímico y emocional con el que ha llegado." pensé. Desvié entonces la mirada de ella para luego volver a mirarla. -Bueno, no te preocupes, tu intenta olvidar lo que ha pasado, debes descansar, y si piensas más en ese tema no conseguirás conciliar el sueño. -Le respondí con mi típico acento francés.

-Ah, eso... Puedo dormir en el sofá-dijo ella, no quería molestar más de lo necesario. El chico se había portado muy bien con ella y le estaba profundamente agradecida.

Se soltó las rodillas y observó sus heridas limpias y tratadas. Una vez más, agradeció en sus pensamientos la amabilidad del chico. Se dispuso a bajar de la cama.

-¡Ah, no! Tu dormirás en mi cama, yo dormiré en el sofá. -Le respondí casi indignado, cómo iba ella a dormir en el sofá después de lo que le había ocurrido, es más, dejar que hiciera eso sería como cometer un pecado que me remordería la conciencia durante bastante tiempo.

Me levanté de la silla y me dirigí al cajón de una mesita de noche que había al lado de la cama, y de ahí saqué un mando a distancia. -Con esto podrás apagar las luces cuando quieras pulsando aquí. -Le comenté señalando el botón correspondiente. -Y con este podrás llamar a mi móvil para despertarme por si necesitas algo. -Señalé el otro botón. Le di un suave beso en la frente y me dirigí hacia la puerta. -Buenas noches, y que duermas bien. -Le dije por último mientras me encontraba apollado en el marco de la puerta.

Luego me dirigí al salón, caminé hasta el sofá y me dejé caer en él boca arriba. Me quedé durante un rato pensando en todo lo sucedido en el día de hoy.

-Pero, pero...-los balbuceos fueron la única respuesta de Michelle. El rubor invadió sus mejillas cuando sintió los labios del chico en la frente. Resignada cuando Matthieu se fue, se introdujo entre las sabanas y dio vueltas en la cama hasta que sintió que el sueño se apoderaba de ella. Apagó la luz, tal y como le había indicado.

Cerró los ojos. El sueño no fue agradable. Un mundo de pesadilla. Oscuridad. Callejones sin salida. Hombres tan grandes como montañas que la perseguían. Y a pesar de todo, no se despertó en toda la noche.

Pensé en qué haría con la chica mañana por la mañana, pero no se me ocurrió nada parcialmente lógico. Aunque decidí que ya se tomaría alguna decisión cuando llegase el momento, puesto que el cansancio no me dejaban pensar con claridad.

Tras aproximadamente un cuarto de hora, la ensoñación se apoderó de mi ser, cayendo en el estado letárgico en el que los sueños se hacen dueños de tu subconsciente.

Michelle se despertó aturdida, esperando estar en su habitación de hotel. Los recuerdos fluyeron hacia ella en forma de un potente torrente de información que la mantuvo algo confusa durante un par de minutos. Apartó las sabanas con delicadeza. Se palpó la muñeca izquierda buscando el reloj. Las siete de la mañana. Demasiado temprano. No quería molestar a Matthieu. Estaba incómoda en una casa ajena. No sabía que hacer, así que decidió salir de la habitación.

Aunque... se detuvo tras el primer paso. No era de muy buena educación pasearse por el piso de esa manera, como si fuera una intrusa. Tenía la garganta seca. Necesitaba un trago de agua. Buscó la cocina, caminando de puntillas literalmente para no hacer ruido. Sin saber como, acabó en el salón.

-Mierda...-fue a penas un susurro, un pensamiento que se escapaba por accidente. Esperaba no despertar a su anfitrión.

Abrí los ojos sin saber qué o quién había interrumpido mi sueño, aunque a decir verdad, en ese momento no me acordaba de qué había soñado. Hice un amago de incorporarme en el sofá sin caer en la cuenta de la chica, que después de llevarme las manos a la cara, me encontré semi-petrificada a Michelle en el salón.

-Bons jours. -Le dije, aún con cara de sueño. -Quiero decir, buenos días. ¿Has dormido bien? -Me adelanté a preguntar. Acto seguido de formular la cuestión, me levanté del sofá con intención de dirigirme hacia el baño para lavarme la cara. Por el camino sofá-baño, al cruzarme por su lado, me limité a dedicarle una sonrisa.

-Oh... Matthieu, cuánto lo siento. No quería despertarte-se mordió la lengua-. He dormido perfectamente, gracias-mintió ella.

Él se levantó del sofá y se dirigió al baño. Michelle dio un paso para seguirle, pero se detuvo al comprender hacia dónde iba. Se mordió el labio inferior y se quedó sin saber que hacer. Se miró la ropa que llevaba puesta. Estaba sucia por culpa del accidente de ayer, pero de eso ya se encargaría mas tarde. Caminó unos pasos hacia donde estaba el, pero sin estar demasiado cerca del baño.

Al escuchar a la chica hice una mueca en forma de sonrisa, aunque por dentro sabía que habiéndole ocurrido lo de anoche, era difícil que no hubiera tenido alguna que otra pesadilla. Al llegar al servicio abrí el grifo de agua caliente y fría, y fui manipulandolo hasta que alcanzó una temperatura templada. Entonces me lavé la cara y cerré el grifo.

-Michelle. Si tienes hambre, en la cocina tienes de todo, mira en la nevera y las estanterías y sírvete tú misma. -Le dije alzando el tono de voz, pensando que ella se encontraba aún en el salón, entonces me dirigí a la bañera y abrí el grifo de ambas temperaturas y lo regulé de igual modo que hice para lavarme la cara. Después de esto salí del servicio y pasé a la habitación siguiente, que era justo mi dormitorio. Me dirigí al armario y saqué la ropa que tenía pensado ponerme para hoy. Luego simplemente volví al baño y antes de cerrar la puerta volví a alzar la voz.

-Yo ahora mismo voy para allá, me voy a duchar. -Y entonces fue cuando cerré la puerta. Me despojé de mi ropa arrugada por haber pasado la noche en el sofá y la dejé a un lado del baño. Entonces entré en la ducha.

Tardó en asimilar las palabras de Matthieu, pero, cuando lo hizo, se dio la vuelta con cierto rubor en las mejillas y se dirigió a la cocina. Lo primero que hizo fue beberse un buen vaso de agua para quitarse esa sensación pastosa de la boca. Dejó el vaso sobre una mesa y buscó unas tostadas. No tenía estómago para nada más. Cuando la tostadora saltó, puso la comida sobre un plato y lo dejó todo en la misma mesa junto al vaso. No se sentía nada bien usando de esa manera la cocina de Matthieu, aunque este le hubiese dado permiso.

Se preparó un café, y cuando se giró, tropezó con su propio pie y la taza salió volando de sus manos. En ese momento, movió la mano derecha para alcanzar el recipiente y el objeto se detuvo en el aire, con parte del líquido estático en la nada. Miró por la ventana, el resto de las cosas se movían. <<¿Ha sido cosa mía?>>

-Dios...-la risa se le atascó en la graganta mientras observaba la taza quieta en el aire, sujeta por sus poderes.

Al terminar de ducharme salí de la bañera con una toalla puesta en la cintura. Abrí la puerta del baño para que el vapor se volatirizase un poco, y mientras este se disipaba, comencé a vestirme una vez me hube secado. Me puse una camisa blanca con rayas verticales grises, unos zapatos formales negros, unos pantalones y una chaqueta gris marengo, junto con una corbata fina negra. Recogí la ropa "sucia" y la guardé en el cesto.

Luego me dirigí hacia la cocina para desallunar, cuando para sorpresa mia, encuentro un vaso suspendido en el aire, totalmente paralizado, y su contenido del mismo modo. Me giré hacia Michelle. -Vaya, interesante poder. -Comenté con gesto divertido, y fui hacia la cafetera, saqué una taza justo de una estantería que se ubicaba encima y me serví el café. Lo metí en el microondas y al sacarlo lo llevé hasta la mesa, me senté y observé a la chica.

Miró a Matthieu con una sonrisa divertida en la cara. Luego, cogió la taza y, con mucho cuidado la puso de tal modo que el café volviese a caer dentro de ella. El tiempo se reanudó y el líquido entró en su recipiente. Aún más sonriente se sentó cerca del chico y posó el café. Apartó la mano rapidamente, ya que aún estaba caliente.

-Que... elegante vas hoy-comentó mirandolo de arriba a abajo.

Le dio un mordisco a una de las tostadas que se había preparado antes.

Sonreí ante el comentario de Michelle, mientras arremolinaba el café con la cucharilla. -Los negocios, que exigen dar buena imagen. -Contesté, encogiendome de hombros. Luego la miré y dejé de remover el café.

-Por cierto, podría llevarte a... donde te hospedes. -Concluí diciendole, ya que no recordaba que me hubiera dicho anteriormente el lugar donde pasaba las noches. Esperé la reacción de la chica y le di un sorbo a mi café.

-Te lo agaradecería mucho-sonreí-. Es un hotel un poco alejado de aquí, el Conqueror.

Le di otro sorbo a mi café y me quedé pensativo unos instantes. -Hotel Conqueror... qué buenos momentos... -Susurré, sin darme cuenta de que estaba pensando en alto, pero tampoco le di mucha importancia en ese hecho.

-Está bien, cuando terminemos de desayunar te llevo. -Concluí diciendole, apoyando la taza en la mesa, mirando hacia ningún sitio.

-¿Buenos momentos? ¿Alguna anécdota divertida?-pregunté, un poco intrigada. Le di un mordisco a la crujiente tostada y mastiqué tranquilamente.

Intenté seguir la dirección de la mirada de Matthieu, pero acabé con mis ojos fijos en los suyos.

-Momentos locos en la juventud. -Respondí seguido de una corta carcajada. Me llevé la taza de café a mis labios, dando el último sorbo. Tras esto dejé la taza encima de la mesa y esperé a que Michelle terminara su desayuno.

-Oh, desde luego, eres demasiado viejo-me burlé, divertida. Acabé mi desayuno y me levanté esperando a ver qué hacíamos después. Supuse que me llevaría de vuelta al hotel, aunque lo odiaba.