Hogar Cullen.

El chico abre con llave cuando él y Melinda llegan a la puerta de la casa. .Edward entra en el loft y ofrece entrar a la chica. Directamente se dirige a un armario en concreto y a varios cajones: saca una maleta, y un maletín, en la maleta mete suficiente ropa para unos días (ya saldrá a comprar más) y algunos utensilios personales más. Y en el maletín comienza a guardar algunos que otros folletos y papeles que estaban encima de una mesa, en lo que parecía un minidespacho.

Entré en la casa tras Edward, por supuesto. Eché un vistazo, con cierta "curiosidad", pero sin sobrepasarme.

-Es muy acogedor-comenté sinceramente-. No hace falta que cojas mucho equipaje, la mansión no está muy lejos, puedes venir cuando quieras, Ed... perdón Edward-añadí unos segundos depués.

<<¿Podré llamarlo Ed? Es más corto.>>

-Claro que puedes. -Responde a su pregunta formulada en su mente, seguido de una sonrisa. -Bueno, creo que ya estoy listo, cuando quieras.

-¿Sabes? Es difícil acostumbrarse a eso de la telepatía-sonreí divertida-. Tendré que controlar mis pensamientos cerca de tí.

Me dirigí a la puerta y esperé, logicamente a Ed. El coche no estaba muy lejos. Era un deportivo negro de dos plazas. Cuando nos acercamos, apreté el un botón en una de las llaves y todas las luces del vehículo se iluminaron. Le indiqué que dejase las cosas en el maletero y luego le hice una seña para que entrase y se sentase en el asiento del copiloto.

-Bien, no te olvides del cinturón. Nos vamos.

Edward se monta en el vehículo y se abrocha el cinturón. Tras esto, se limita a observar a Melinda.

Arranqué el coche y procuré conducir a buena velocidad. Abri la ventanilla de mi lado y con una mano me quité la goma que mantenía mi cabello en una coleta. El viento que entraba a toda velocidad lo revolvió por completo. Me encantaba esa sensación y era algo que se notaba en mi rostro. Podía faltar una hora u hora y media para llegar a la academia.

-Espero que te guste la academia-deseé en voz alta-.

-Teniendo en cuenta que tú eres la directora, seguro que me agradará bastante. -Comenté mientras continuaba observandola, con la sonrisa inmutable en mi cara.

-Vaya... lo tomaré como un cumplido, señor Cullen-dije mientras sonreía abiertamente, siempre mirando hacia la carretera, aunque de vez en cuando dirigiendo la vista hacia mi acompañante.

-Oh, por favor, no me llame señor, me hace demasiado mayor, ¿no cree? -En la expresión de Edward se le dibujó una sonrisa sarcástica.

-De acuerdo-Sonreí de nuevo e hice un movimiento brusco sin querer con el volante en una curva- ¡Lo siento! ¿Te has hecho daño? La curva me ha pillado despistada.

El chico se repuso como pudo del susto. -Tranquila, no me ha ocurrido nada, ¿tú estás bien? -Inquirió en la pregunta, un tanto preocupado.

-Sí, sí no ha pasado nada. Sólo necesito tomar un café-dije mientras me dirigía a una vía secundaria que llevaba a un puesto de carretera-. Llevo días sin dormir, rellenando papeles, firmando documentos, echando la bronca a adolescentes hormonados... Esta falta de personal es estresante.

Me bajé del coche y entré al puesto. Esperé a Ed y pedí un café solo.

Edward la siguió y pidió un té de limón. -Tranquila, a partir de ahora todo se te hará más llevadero. -El camarero trajo las bebidas de ambos, y Edward comenzó a dar vueltecitas con la cuchara al té.

-Eso espero-dije antes de tomar un sorbo de mi café. Estaba caliente y me quemaba la garganta, pero ayudaba a despertarme mejor que cualquier otra cosa.

Me quedé un rato mirando a los ojos de Ed, centrando mi completa atención en ellos, aunque en realidad estaba sumergida en un lío interminable de pensamientos.

-Bueno, cuéntame sobre la academia, ¿cuánto tiempo llevas trabajando en ella? ¿Cuántos profesores hay actualmente? Ya sabes, para situarme un poco. -La curiosidad se dejaba notar en la expresión del chico. Antes de que Melinda contestara, Edward dio un sorbo al té.

-Sólo estoy yo y la Jefa de Estudios, lo que logicamente, no es mucho. Tres contigo-Bebí un poco más.-Tambien tenemos pocos alumnos, aunque el número crecerá paulatinamente.

-¿Sí? Estupendo, el tener un número limitado de alumnos facilita muchísimo más las cosas. -Comentó mientras daba otro sorbo al té. "Delicioso" pensé.

-¿Estamos hablando los dos de adolescentes con poderes?-pregunté mientras reía. Terminé el café y dejé la taza en la mesa.

Edward soltó una risa leve. -No te preocupes, sé bien cómo tratarlos, si es eso a lo que te refieres. ¿Por qué lo dices? ¿Te han dado algún problema ya?

-No, nada que no pueda arreglar. Pero leer sus documentos es eterno. Créeme.-Suspiré-Me parece que te gusta la idea de ser profe. Me alegra saberlo.

-Me satisface la idea de poder ayudar a personas como yo, que por suerte para ellos, recibirán una educación estudiantil y ayuda con sus poderes que yo no tuve. -La sonrisa de Edward casi se desvaneció, pero su expresión no se tornó totalmente seria.

Sopesé las palabras de Ed con sumo cuidado, me mordí el labio superior.

-Sé lo que quieres decir. Sé cómo es no entender lo que te pasa y que nadie te ayude. Esa también es una de las razones por las que soy la dorectora del centro.-ladeé un poco la cabeza y le sonreí muy levemente, en un agradable gesto.

Edward alegró un tanto la expresión de su cara. -Me fascina de sobremanera ver la fuerza que tienes, cómo eres capaz de soportar una responsabilidad tan enorme, tan joven, y llevar el mando de una escuela sin apenas ayuda. -Da otro sorbo al té.

-Ya ves, es agotador, pero merece la pena. Y no creas que la edad me influye demasiado. Es algo que se debe hacer, y tras Charles... somos algunos de los que debemos guíar a estas nuevas generaciones.-concluí, cruzando una pierna sobre otra y me pusé a juguetear con la cucharilla de mi ya acabado café.

Edward terminó su té con el último sorbo y dejó el dinero que costaban ambas bebidas encima de la barra. -Cuando tú digas. -Concluyó con una sonrisa.